jueves, 6 de octubre de 2011

Patas para un banco.-

Recuerdo... (Inciso: los jubilatas recordamos mucho otros tiempos y, si nos apuran, estaríamos dispuestos a jurar que nada como aquellos tiempos pasados); recuerdo, digo, que mi infancia y juventud estuvieron gobernadas por el omnipresente nacional-catolicismo: una amalgama de ideología nacionalista excluyente y de moralina religiosa oscurantista. Hablar mal del Régimen o tocarse "ahí" eran graves ofensas al invicto caudillo y al dios cristiano, y estaba castigado con penas de cárcel y de perpetuo infierno. Un agobio enorme, oiga, como si le faltara a uno el oxígeno, encerrado en un ascensor bloqueado entre dos pisos.

Criados en aquella ideología de tonos grises, por fin entró una bocanada de aire fresco el día que llegamos a la democracia, tras pagar el peaje de la Transición. Esa transición a la que siempre ponderaron como modélica y que -por lo que se ve- fue un apaño conveniente para los que estaban en el ajo. Nosotros, ya pueblo soberano, aunque poco avisado de lo que nos estaba ocurriendo, no cabíamos en la camisa de puro gozo. Por si fuera poco, un buen día, en el Politburó de Bruselas dijeron que Europa ya no acababa en los Pirineos y nos dieron entrada en aquel selecto club. Pasamos de súbditos franquistas a ciudadanos europeos: un salto en el vacío. Pero el ascensor se había puesto en marcha.

Personalmente, el día que me supe ciudadano europeo me puse eufórico y andaba como chico con zapatos nuevos. Se acabaron los corsés ideológicos (polítos y religiosos) y decirse europeo era ser uno de los pocos privilegiados de este mundo. Pero duró lo que duró...

Los que antes creímos en la idea de Europa, creíamos formar parte de una Europa de los ciudadanos. Estábamos equivocados. Ahora sabemos que entramos a formar parte de la Europa de los mercaderes. No nos igualábamos en derechos, nos igualaban en cuanto que consumidores de un mercado común. Los mercaderes compraban en Alemania y vendían en España; o al revés, según conviniera. Puestos a vender, nosotros también vendíamos. Vendíamos nuestras costas e ingentes toneladas de ladrillo. Mientras duró... Aún seguimos vendiendo turismo. Mientras dure...

De aquellos polvos de aparente riqueza nos quedan estos lodos de recesión económica. De nuevos ricos que nos creíamos (y vivíamos como tales) pasamos a formar parte de los denostados PIGS que gastan lo que no tienen y viven a costa del honrado pueblo alemán (a la Merkel me remito), que paga nuestras deudas con su laboriosidad, y de los préstamos financieros de los Mercados. Esos Mercados sin rostro a los que, al parecer, tan preocupados tenemos con nuestra incapacidad para devolverles las riquezas que en nosotros invierten desinteresadamente.

No sé si el improbable lector ha caído en lo gracioso del caso: si antes nos dominaba una ideología autoritaria, ahora nos domina la dictadura del mercado con su ideología de agiotismo perpetuo, un engendro de mil fauces que dan en llamar Economía de Mercado. Es tanto o más omnipresente que el obsoleto franquismo lo fue en sus tiempos. La economía de mercado rige nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestras cuentas de ahorros, todos nuestros afanes. Economía financiera (tanto da decir "de mercado") ha convertido a los trabajadores en mercado laboral, a los países en tributarios de deuda soberana, a las instituciones políticas "democráticas" en mamporreros de los especuladores bursátiles, a los seres humanos en mercancías, al mundo en un basurero.


Economía de mercado, para un ciudadano de a pie -como es este jubilata- es ese dios Moloch Baal de fauces siempre abiertas al que hay que apaciguar ofreciéndole en sacrificio largas listas de parados, logros sociales que suponíamos inalienables, rescates de Cajas de Ahorros hundidas por administradores codiciosos, salarios anémicos. Y, cuando así lo exija, nuestra dignidad, la poca que nos quede después de alimentar hasta la náusea a ese dios tragaldabas.

La economía de mercado es un dios omnipresente, omnipotente, que habla todas las lenguas del mundo y rige todos sus destinos: desde el subsahariano de patera hasta el broker de la City, pasando por el jubilata de pensión congelada, o el político neocon que cierra hospitales para ajustarse a la ortodoxia presupuestaria, todos estamos a merced de tal dios.

Un servidor, ingenuamente, se confiesa siervo forzoso del Moloch Mercado. Acepta, resignado, su destino de víctima, aunque no profesa -que se la imponen- la fe del Mercado. Pero ¡coño! dejen ya de hablarme a todas horas de economía de mercado, de agencias de rating, de hedge funds, de deuda soberana, de recortes presupuestarios, de foreng curency, de rescates, de IBEX 35, de G-8, de PIB, de IPC, de FMI, de BCE y de toda esa bárbara jerga economicista que embota el entendimiento y acojona el espíritu.

Porque, sépanlo ustedes: este jubilata, en su supina ignorancia de asuntos económicos, tiene el íntimo convencimiento de que lo hacen para liarle. Y por ahí sí que no pasa.

4 comentarios:

  1. Efectivamente, estoy de acuerdo contigo en que toda esa palabrería y lenguaje de siglas no es más que otra de las estrategias de la distracción, nos inundan con información aparentemente útil y lo único que están haciendo es llenándonos de miedos, de impotencia, paralizándonos para estar cada vez más a merced de los poderosos quienes exigen cada vez mayores tributos en libertad, bienes y dignidad.
    Es un montaje para sacarnos hasta la última gota de energía, toda la que nos dejemos arrebatar.
    Saludos

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  2. El derecho de libre expresión cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de prensa cuando nadie está dispuesto a formular las preguntas importantes, el derecho de reunión cuando no hay protesta, el sufragio universal cuando vota menos de la mitad del electorado, la separación de la Iglesia y el Estado cuando no se repara regularmente el muro que los separa. Por falta de uso, pueden llegar a convertirse en poco más que objetos votivos, pura palabrería patriótica. Los derechos y las libertades o se usan o se pierden. http://15mikel.blogspot.com/

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  3. Si las elecciones realmente sirvieran para el pueblo, estarían prohibidas, dijo alguien.

    Albur!

    PD. Oh, Gran Moloch, perdona a Juan José, no sabe lo que dice...

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  4. En un día como hoy, me gustaría compartir con vosotros las imágenes que tomé en Barcelona, de los periodistas que crearon el documental “Deudocracia”, y Paco Ibañez cantando por Brassens “La Mavaise Réputation”. Cuando la fiesta nacional. Yo me quedo en la cama igual. Que la música militar. Nunca me supo levantar. http://www.youtube.com/watch?v=tHYBd1nz_zU
    Saludos indignados!!!
    http://15mikel.blogspot.com/

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