domingo, 3 de marzo de 2013

Cuando la jefa habla de finiquitos y se lía.-


La cabra siempre tira al monte y el ciudadano, perplejo una vez más, vuelve a lo de siempre, a hablar de esas cosas peregrinas que dicen los políticos desde la tribuna. ¡Es que no hay forma de tomarse un alivio ante tanto disparate, hombre!

Ya el improbable lector - nada más leer el primer párrafo - habrá caído en la cuenta de que este jubilata vuelve a hozar en el lodazal de lo que damos en llamar “política”, esa charca en la que se revuelcan los prohombres y las produjeres que rigen los destinos de la patria mía. Bien quisiera hablar de cualquier otro asunto, pero la vida de este país gira en torno a esas vulgares recurrencias de falsedades oficiales, trabalenguas que confunden más que explican, trapacerías de complejo desentrañamiento, neolenguas de trileros escamoteadores que ocultan realidades evidentes, y toda una sarta de mentidos y desmentidos que se suceden sin solución de continuidad, como esos tiovivos de feria que te dan mil vueltas para dejarte en el lugar donde estabas, pero mareado.

No sé si el sufrido lector habrá entendido lo que acabo de decir, de la misma forma que el sufrido ciudadano es incapaz de entender por qué no se pone un poco de orden en el regimiento de la cosa pública. Pero - este jubilata lo jura - la parrafada anterior no es un trabalenguas para marearle y dejarle in albis. Si bien se mira, la frase de marras, tiene una concatenación lógica desde el punto de vista idiomático. No ocurre lo mismo con ese marear la perdiz cuando, desde el sillón de mando, tratan de explicar lo inexplicable y, encima, con torpeza. 

Total, va uno y escucha, hasta la saciedad y en un montón de medios de comunicación, ese atropello del leguaje y atentado a la inteligencia del que ha hecho gala doña Cospe para contarnos que lo del Bárcenas con el PePe, en realidad, se trataba de un contrato rescindido en diferido, como una simulación de contrato para pagar una indemnización pactada, difiriendo los pagos como si fueran un salario de alguien que estuvo, pero ya no está, pero sigue cobrando…En fin, un lío que no acabo de entender. Menos aún cuando la segunda parte contratante dice que de eso, ni flores. Que él ha sido empleado del PePe hasta hace dos días y que se trata de una revocación ilegal de su contrato, y que les pone una demanda por despido improcedente, y que si le mandan al paro, como lleva ya muchos años cotizando, quiere ver de qué color es la pasta de la indemnización por ese despido.

Lo primero que le viene a la imaginación al ciudadano, tras tanto galimatías, es la escena de Una noche en la ópera en la que Groucho y Chico Marx (marxistas capitalistas, pero con humor disparatado) redactan el contrato de la primera parte contratante con la segunda parte contratante y van arrancando del contrato aquello que no queda muy claro para, al final, dejarlo más confuso aún.

Yo creo que a doña Cospe (en esta comparecencia groucho-marxista del despido diferido) le tenía que haber dado la réplica el señor Floriano, pongamos por caso, de forma que la explicación al alimón hubiese sido explicada con la debida confusión. Y si no, ahí tenían a Pepe Isbert desde lo alto del balcón del ayuntamiento, quien lo tenía bastante más claro: “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar, porque como alcalde vuestro que soy os debo una explicación”. Como puede ver el improbable lector, la explicación no resultaba tan difícil, sólo hay que tener un poco de soltura con el idioma.

Pero este jubilata, que es poco cinéfilo se ha ido más por el humor agrio de don Francisco de Quevedo, quien veía en su tiempo los mismos o parecidos males de que disfrutamos ahora, y ha encontrado el soneto intitulado Valimiento de la mentira:

Mal oficio es mentir, pero abrigado:
eso tiene de sastre la mentira,
que viste al que la dice; y aun si aspira
a puesto el mentiroso, es bien premiado.

Pues la verdad amarga, tal bocado
mi boca escupa con enojo y ira;
y ayuno, el verdadero, que suspira,
invidie mi pellejo bien curado.

Yo trocaré mentiras a dineros,
que las mentiras ya quebrantan peñas;
y pidiendo andaré en los mentideros.
...etc
(Soneto que, por cierto, cantó Paco Ibáñez en el Olimpia de París en aquellos años románticos en que contra Franco vivíamos mejor y hasta teníamos ilusiones y todo).

Y aunque la neolengua de la lideresa castellano-manchega prohíba a sus funcionarios emplear el término “desahucios” y otras inconveniencias, siempre estará el señor De Quevedo y Villegas para recordarnos que al mentir con toda la boca sigue llamándosele, en buen castellano, mentira, por mucho que esta verdad sea un bocado amargo.

¡Max, no te pongas estupendo!”, decía don Latino a Max Estrella en Luces de Bohemia. Y este jubilata se lo dice, con todo el respeto que hace al caso, a doña Cospe: ¡¡María Dolores, no te pongas estupenda!! Que ya nos conocemos, coño. 

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