Haga lo que yo: no se meta en política”, me recomienda un comunicante, y por lo que se
ve, lector frecuente de mi bitácora. Consejo que, por otra parte, ya le dio el Invicto Bahamonde a uno de sus ministros. Debería haberle hecho caso. A
mi comunicante, digo.
Sepa el improbable lector que se me ocurrió – aparte las
anteriores entradas sobre este asunto en mi bitácora – colgar una nota en el
Facebook ese preguntando que si los que no estábamos llamados al autoproclamado
referéndum catalán éramos ciudadanos de segunda. Respuesta inmediata de un
quídam: los fachas sois ciudadanos de tercera. Mi comunicante
y el dictador tenían razón: quién coños me mandaba meterme en esos tiberios y
turbamultas donde todo se resuelve a pura bronca y navajazo ideológico.
Por eso, como un servidor tiene ya una edad y
no está para perder su tiempo intentando razonar con cafres centrífugas o
centrípetas, he decidido cerrar las fronteras de la república independiente de
mi casa y ver desde la ventana lo que se cuece en el ruedo ibérico. Porque, de
lo que sí podemos estar seguros es de que, suceda lo que suceda estos días,
saldrá un largo memorial de agravios y un martirologio patriótico a ambos lados
del Ebro, de los que podríamos hablar cualquier otro día, si al improbable
lector no le aburre darle vueltas a esta noria sin caudal.
Cuando uno no quiere, dos no conviven, así que
estamos asistiendo a las broncas previas al divorcio a cara de perro, o al
matrimonio sacramentado hasta que la muerte nos separe. Lo que resulta un
sinvivir con sus odios soterrados. La segunda opción, la verdad, da repelús; y si la primera se consuma, haga usted el favor de apagar la luz, cerrar la puerta y
devolvernos la llave antes de irse, y tanta paz lleve como descanso deja.
Y no se hable más del asunto, y si se habla,
hagamos lo que el inquilino de la Moncloa cuando le preguntan sobre asuntos
incómodos: Esa persona de la que usted me
habla. Así que no lloraremos ausencias. Pero si alguno se pone sentimental,
recuerde la canción de Joan Manuel Serrat: Qué
va a ser de ti lejos de casa. Nena, qué va a ser de ti. Lo que sea el
futuro, ya lo veremos cuando esté presente. Lo que ha sido el pasado, con no ser actual, pesa y
enturbia el presente. Uno y otro son un lastre para vivir el ahora.
Leía
el otro día en L´Express una entrevista a Luc Ferry, antiguo ministro de
Educación con Jacques Chirac, en la que decía que pesan dos males sobre el ser
humano: el pasado y el futuro; la nostalgia y la esperanza, que nos impiden
habitar el presente. Un servidor está en el presente abismado en “horas
abismáticas”, como decía Unamuno. Esas horas en que uno se separa del trato con
sus semejantes, del ruido de las ideologías, y cae en la realidad de sí mismo.
A lo mejor no nos vendrían mal a todos disfrutar de algunas “horas abismáticas” para aislarnos del
ruido de patrias enfrentadas y de la bronca que se encrespa a cada día y así
conocer la realidad de cada cual por dentro. Que cada quisque se palpe la ropa.
Metafísico
estás, le dijo Babieca a Rocinante en aquel soneto bastante
mediocre de Cervantes. Es que no como, respondió, movido por la
gazuza, Rocinante a Babieca: por lo que se ve, no era más que metafísica de
pesebre. La necesidad hace de un rocín un filósofo y del pesebre metafísica... o patriotismo. Y
de un bloguero provecto, un desengañado que se abisma.
Con permiso del improbable lector, no hablaré
más de este asunto, al menos por esta vez, que tengo lecturas pendientes. A lo
mejor le parece cosa de ociosos y despreocupados de la urgente realidad que nos
agobia, pero este jubilata está muy interesado en Urbs Roma, vida y costumbres de los romanos; La vida privada.
El lector descubre que no eran tan diferentes a nosotros. Que también seguían las modas
de los peinados, los perfumes, las ropas; que también las mujeres se ponían
tufos y extensiones en el pelo, y se lo teñían. Y que los niñatos de buena
familia se cuidaban mucho de los rizos en la cabeza o los cortes de pelo a la
moda. Y que había moralistas que criticaban las costumbres relajadas y la
pérdida de las tradiciones. “También los
hombres saben hacer sus embustes, saben atusarse la barba, entresacarla,
ordenar el cabello, componerlo y dar color a las canas….” Eso decía
Tertuliano, un padre de la Iglesia a caballo entre los siglos II y III.
En fin, he titulado esta entrada “A resguardo
de la bronca política” porque quería quedarme al margen, pero no estoy tan
seguro de que se me consienta, después de haberlo sacado otra vez a colación.
Pero no importa. Siempre habrá un roto identitario para un zurcido nacionalista
y una palabra desabrida para una opinión no compartida. Como dijo José Antonio Labordeta - con perdón -, en
memorable ocasión en el Congreso de los Diputados: ¡A la mierda!